Que estaba en un sótano,
que vivía contemplando el tejido de las arañas,
que prefería jugar a las cartas con la parca,
de vez en cuando recordarle que tenía el pasaje en mis manos.
¡Ay de mí!
que ahora veo el amanecer,
que tiemblo,
que no me retengo en la piel,
que me expando al infinito,
y regreso cual mínima partícula,
en una señal para que me abras tu ventana.
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